Si alguien nos hubiera dicho hace un par de meses que íbamos a vivir esta situación de confinamiento en casa por causa de un extraño virus de comportamiento y contagio no muy claro, ¿qué habríamos pensado o dicho? Seguramente lo habríamos considerado como algo inimaginable, de ciencia ficción o película de terror; pero aquí estamos encerrados, temerosos del contagio, manteniendo distancia con nuestros seres queridos y sin saber exactamente si nuestras rutinas diarias son las adecuadas para respetar las instrucciones dadas por las autoridades sanitarias y evitar contagiarnos.
Leía el otro día en el "Jerusalem Post" (periódico israelí escrito en inglés) que la población israelí siente más angustia por esta reclusión obligatoria en sus hogares que los tiempos de guerra, pues en el primer caso no saben dónde está el enemigo, mientras que en el segundo sí. Si la guerra es inevitable se muestran estoicos y tratan de cumplir cada uno con lo que tiene que hacer, en el otro caso aparecen los miedos y neurosis descontrolados dentro de la población. En el fondo es lo que nos pasa a todos: tememos el peligro que trae lo desconocido.
Cuando estudiábamos en la escuela que los dinosaurios, después de vivir en la Tierra durante millones de años, habían desaparecido bien por la acción de un asteroide, meteorito o por una de las glaciaciones habidas, se nos antojaba como imposible de creer. ¿Qué podemos pensar ahora de este maligno y poderoso virus de consecuencias imprevisibles?
En el último siglo las generaciones que nos precedieron, padres y abuelos, pasaron por situaciones difíciles y de gran miedo, que muchas veces no comprendimos del todo porque no lo sufrimos, nos lo contaron pero no lo vivimos directamente; pensemos en 1918, el año de la gripe, los años de la Guerra Civil o los años posteriores del hambre. Seguramente que esta situación hará replantearnos muchas de nuestras prioridades tanto personales como nacionales a los gobiernos. Aunque seguro que se nos olvida pronto; así de torpes somos los humanos, no aprendemos nada de la historia.
Estos días viene a nuestra mente esa gente, muchos conocidos y queridos, que están dejándose la piel y la vida en los hospitales, centros de producción de alimentos y en las carreteras, trabajando horas interminables para que el resto de la población podamos retornar más pronto que tarde a nuestras vidas cotidianas. Nunca será suficiente el agradecimiento hacia su generosidad y sacrificio.
Uno de los entretenimientos que tenemos estos días de reclusión es enviar y recibir decenas de fotos, mensajes y vídeos. Sabemos que hay que tener cuidado; muchos de ellos tienen gracia y son ingeniosos, los hay tendentes a crear opinión o son falsas noticias (no me gusta lo de "fake news"), algunos están bien elaborados porque se basan en la historia reciente que hemos vivido, visto y oído; los hay que nos hacen reír o pensar, otros los desechamos después de pasarlos por el tamiz de la crítica. Tenemos que tener cuidado con los enlaces que nos envían o reenviamos, algunos tapan otras intenciones como: timos encubiertos o falsas ventas, redirecciones a páginas porno; en fin, las precauciones que nos recomiendan las autoridades a veces son pocas.
Con estas líneas no pretendo nada especial, sencillamente exponer algunas de las reflexiones que seguramente a la mayor parte se nos han ocurrido.
¡A cuidarse todos y llevarlo lo mejor posible para ver si cuando nos veamos podemos darnos un fuerte abrazo y recordar estos días como una terrible pesadilla!
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(Imagen obtenida de la cadena de TV inglesa BBC: Enlace: https://www.bbc.com/mundo/noticias-51336551) |
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